POEMA 5
Un poema a la muerte
es como herirse la piel con una rosa,
los poemas son los únicos que no pertenecen a la tierra.
Hay días que parecen hechos de llantos,
en que la alegría tiene la forma de una tumba,
y es casi nada,
porque hay ángeles que podan a la tierra sus ramos de dulzura.
Hay que huir, huir, huir...
más allá de las esmeraldas de las hojas. Ya la mano de la fe
dibuja con aceite doloroso,
y es casi nada,
porque la bendición nunca llega en la fecha que se espera.
Frutece el árbol
con promisores avisos a los adolescentes,
y el fuego con sus cien mil lenguas
quisiera cantar su ruina entre las flores,
y hasta las mismas nubes quisieran
hilar su tragedia en las cortezas.
Nunca se encienden totalmente los carbones
del pensamiento, se cumple la voluntad de la sacerdotisa ciega;
pero no hay que apretar los puños mirando el firmamento.
Cuando llegue esa hora
comprende que tu fruto es fecundo
y de antemano lo espera la tierra.
Autor:
Juan Sánchez Lamouth
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