viernes, 20 de julio de 2018

Todo gesto es contra el tiempo (1)


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Todo gesto del hombre es contra el tiempo. Buscamos la permanencia con desesperación. Permanecer es ser recordado. El tiempo está continuamente a favor del olvido. Podría decirse que el tiempo es olvido. El tiempo no es nunca instante, si acaso sombra de este. No es que todo pasa, todo está siempre fluyendo hacia el olvido. Siempre estamos pasando. Es como hojear un libro de imágenes, y no detenernos nunca. La pausa es una ilusión, un engaño del ojo. 
Nunca estamos detenidos en el instante. Nunca. Cada cosa que hacemos es un grito desgarrador y callado. No queremos retornar al olvido, al no ser, a la muerte eterna. La lucha por cualquier ideal en definitiva es por nosotros mismos. Por la eternidad en la memoria del hombre, misma que confundimos con la memoria del tiempo, cayendo en la ilusión de no saber que ni el hombre ni el tiempo tienen memoria eterna. 

Nosotros somos un pasar, un cambiar sin fin. Una muerte sin fin dijo el poeta Gorostiza. Quitando la implicación cabalística de la hermosa afirmación podemos decir que no siempre estamos muriendo, entre todas esas muertes nuestras llega una que es definitiva y total; horrible porque nos manda al olvido de nosotros mismos, de esta identidad actual a la que no queremos renunciar. 

No imagino a mi padre cansándose de vivir. Baudilio Jiménez quiere ser siempre Baudilio Jiménez, ser recipiente del cambio sin él cambiar. Nadie quiere morir.  Ni siquiera el suicida.   

Miguelfelipe J. M. 

sábado, 7 de julio de 2018

Soledad de las Palabras

"...y por el hombre estar solo a la palabra le falta el hombre"  



Resultado de imagen para imagenes del universoLa luz es el color del silencio   
el silencio es una transparencia clara   
tiene el fondo de un día nublado o de una hoja de papel   
algo semejante a la nada 

La nada no es oscura   
igual que el silencio parece algo así
como una nube gris sin bordes sin final   

Me he preguntado qué habrá sido primero   
el silencio o la nada?   

Imagino el silencio como algo flotante 
lleno de palabras sin pronunciar   
palabras sordas sin nada   
palabras sin paisajes 
ni cuerpos ni sonidos 
palabras sin labios ni pulmones   
sin letras ni aire   

Pero las palabras podrían tener tiempo 
hablo de las palabras del silencio obviamente   
porque las demás palabras 
éstas que uso ahora   
esas que usamos todos 
tienen tiempo y están llenas de todo   

Por eso estas palabras que usamos 
no se parecen a la nada 
como las palabras del silencio que solo tienen tiempo 
creo 

No claro que no 
no se parecen a la nada 
salvo en la soledad que les siento   
o tal vez la soledad que les escucho   

Ahora me pregunto 
por qué usamos tantas palabras   
son muchas pero se sienten solas   
están solas las palabras de este tiempo     
es como si estuvieran separadas de algo fundamental       
algo fundamental que debe ser su compañía     
algo que complete su totalidad   
tal vez es una esencia perdida por su multiplicación   

Por ejemplo
tal vez la palabra mar perdió el mar   su mar     
y no es que sus letras deban ser húmedas  o saladas
o simplemente letras azules de agua   

Es posible que las palabras hayan perdido su alma? 
las de hoy digo 
las que son muchas y parecen acompañadas   
tal vez sus almas se quedaron en el silencio   
en la nada no
porque creo que la nada no tiene ni siquiera tiempo   
podría ser que las palabras del silencio
tengan las almas de todas las palabras de hoy? 

Naturalmente eso es asumiendo mi primera conjetura     
porque si el silencio solo tiene nada   
y no tiene ni palabras ni tiempo   
cuál es la esencia perdida de las palabras de hoy? 

Naturalmente estoy asumiendo una soledad de las palabras     
pero y si no   
y si las palabras no están solas?
   
Tal vez es quien la pronuncia que está solo 
tal vez quien pronuncia la palabra es quien ha perdido el alma   
tal vez es quien la pronuncia que no tiene sal
ni humedad ni azul  ni agua 
quien la pronuncia no tiene mar   
quien la pronuncia se ha quedado vacío 
no tiene las cosas de las palabras   

no tiene los bosques de la palabra bosque   
no tiene los ríos de la palabra río   
y ya lo dije
mucho menos tiene el mar de la palabra mar 
más grave es que perdió el cielo de la palabra cielo   

Posiblemente los que la pronuncian 
al pronunciarla tanto  las dejaron vacías 
solo llenas de nada 
de una nada bota    muda    que no se escucha 
y posiblemente de tanto usarlas 
las palabras perdieron su luz 
y el silencio es luz de las palabras 

Miguelfelipe J. M.
Sábado 7, julio 2018.-           

martes, 3 de octubre de 2017

Qué responde la poesía?

Qué responde la poesía? Por qué, a pesar de todo y de ella misma, creemos en ella? Qué responde la poesía en la vida del poeta, qué responde la poesía en los otros, aún en aquellos que la ignoran? La poshumanidad es hoy, más poesía que nunca? Cuál es la pregunta que ignoramos?  Por qué sigue siendo respuesta para la mujer y el hombre? Qué responde la poesía? 

Miguelfelipe J. M. 
Sigue colándose entre los instantes hasta nuestro tiempo. Si agoniza o no, nunca lo sabremos, tal vez. De la carne del mundo sigue vistiéndose. No calla, es las cosas. Es nosotros. Y la conciencia de ser nosotros y el misterio que nos roza, allí donde ella se filtra, no nos responde, qué responde la poesía. 

La poshumanidad hoy más que nunca es reflejo. De ahí su condición de después, de más allá en una espiral que cuartea todo posible encuentro de lo invisible. Toda posible certeza de lo improbable. Ha dejado atrás a la que se coloca delante de los espejos. Esa humanidad está sembrada en todo los centros de todas partes. El eco de Giordano Bruno irradia la conciencia desde el fondo de los pasos de la mujer y el hombre de hoy.  Saber con él, o dicho con más rigor, sospechar su certeza, nos hace sentir poiesis en el sentido platónico. 

Somos la escritura de qué espejo? Tal vez, descifrar esta pregunta, responda, qué responde la poesía. Porque debe estar en la raíz de la nada. Somos creación  "la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser". Poiesis. Poesía. Somos verbo. Palabra. La palabra de la nada, del otro o de Dios. 

Somos poesía? De qué somos respuesta entonces. Qué pregunta, de quién o de qué, respondemos. Reflejos de reflejos del reflejo. Dónde está el espejo o el cristal en el viejo silencio? Dónde está la luz que da al cristal o al espejo en la nada y se refleja?

Qué responde la poesía?  

Miguelfelipe J. M.     

martes, 18 de abril de 2017

En la Mañana de agua

Miguelfelipe J. M. Por Anabel Castillo
En la Mañana de Agua

La mañana está cubierta de lluvia    
es la lluvia

Las mujeres los hombres
con sus sombrillas y paraguas
son de agua

Parecen inclinarse sobre el tiempo
en las calles de agua

Puedo ver a través de las personas
porque como son de agua
son transparentes

Las miro desde mi ventana de agua

No cesa de llover en el silencio de sus cuerpos
no cesan de crecer
los ríos tempranos en sus ojos

Han perdido la risa de agua
en sus bolsillos de agua

Si alguien tan solo les dijera
los transparentes que son


Miguelfelipe J. M.
Martes 18/04/2017.-  

domingo, 9 de octubre de 2016

La palabra poética y su temblor.


Miguelfelipe J. M.
Qué es la sinceridad, el latido franco que busca ser en tus pasos? Qué es la verdad de la sangre que inspira al poeta, al hombre, al artista ante el mundo, ante este mundo? Todo surge para ser vendido, mercadeado? Es cierto que el corazón del poeta no puede ir desbocado, sin frenos en la multitud de su dolor; desencanto o alegría de saberse universo vivo, luz de tierra?  

El mundo nos invita a callar la esencia de lo que ladra en nuestros huesos. Cada palabra ha de ser pensada, arreglada; todo sentimiento envarillado, soldado, controlado. Nada debe hervir en las venas. Y lo que se atreva a hervir, debe ser enmudecido. El hombre, la identidad poética, la identidad natural, naufraga ante un mundo que pide, que exige, la duplicidad.

Lo que somos debe quedar en la sombra, observando cómo se desarrolla y enriquece lo que parecemos. Lo que somos, tiembla, humillado, apocado. Lo que parecemos, anda y habla, seguro de su habilidad entre los farsantes. Satisfecho de sus logros, de sus reconocimientos, ondea su apariencia victoriosa.

El hombre está de rodillas, doblado ante el miedo de ser en esta sociedad acorralada por la mediocridad. Ser es un riesgo casi mortal en el siglo pasado. Mortal en este siglo. Los traficantes de la apariencia no perdonan. Y en este anafe decadente, igual se quema el artista, el poeta, el intelectual, el Hombre.

Miguelfelipe J. M.
      


jueves, 31 de marzo de 2016

El dado

El dado en el aire se deshace
sus números dividen la luz
taínos de agua emergen de sus puntos
es la noche que naufraga en suerte de ojos dispersos

Las preguntas ya no importan
o están todas las puerta abiertas o están cerradas  
y eso
es lo mismo

se asume el destino lanzado a la mesa  
por un jugador solitario

Somos su soledad
y el nos acompaña  

El dado quebrantado en pedazos  
hace los caminos del río  
los caminos de la sangre  
los caminos de la luz
y la noche  

Nadie responde
nadie nombra al pie del guayabo
pero danzan las canciones bajo las sombras
de los cuadrados punteados  

En el vacío
quién susurra los pasos
que nos dan el sentido?

Autor
Miguelfelipe J. M.      

domingo, 13 de diciembre de 2015

Cuento de Pedro Peix

EL FANTASMA DE LA CALLE EL CONDE

Pedro Fernández Peix

Un lunes por la tarde vieron a un hombre con armadura por la calle 'El Conde', con el yelmo cerrado, arrastrando un pesado baúl y espada en mano, y luego lo sintieron subir por las escaleras de un alto edificio y encerrarse de un sólo portazo en su habitación.

Esa noche lo vieron con un traje de novia bajo el brazo, recorriendo la calle de "Las Damas", tocando puertas y rompiendo cristales, hollando paredes con su mazo de justas, excavando patios y cimientos, derrumbando piedra por piedra cornisas y balcones en busca de la única mujer que lo había amado y que lo había esperado durante 500 años para casarse.
Ya sonámbulo, lo vieron en la madrugada deambulando por el patio de la Fortaleza y subir a la Torre y hurgar en cada celda con una vela temblorosa en la mano y una espada gris en la otra, estocando la noche.


El martes, ya bien entrada la mañana, casi todo el mundo lo vio atravesar el Parque y lanzar improperios frente a la estatua del Almirante Cristóbal Colón, y luego lo oyeron mascullar una blasfemia innombrable cuando contempló su mausoleo en la Catedral.


Atravesaba las calles a grandes zancadas, con una serenidad temeraria, impertérrito a las bocinas de los carros, sordo a los pregones de los venduteros de dólares y de los predicadores bíblicos, desdeñoso de los letreros foráneos y las siglas impersonales que aparecían en las fachadas, completamente ajeno a la multitud que lo seguía a cierta distancia y ahora a lo largo de todo el malecón, oyéndolo despotricar contra los hoteles, los turistas, los carteles políticos y contra las mujeres sin pundonor que encontraba a su paso.

Así, arrojando imprecaciones y esputos, llegó al Castillo de San Jerónimo, y al encontrar solamente sus escombros, empezó a golpear las piedras mohosas con su guantelete, encolerizado al comprobar que otro imperio había tomado la ciudad.


Entonces, desquiciado y fúrico, viendo en lontananza galeones con enseñas desconocidas, y desconsolado porque jamás volvería a encontrar a su novia, invocó el nombre de una morgana hambreada para que le consiguiera un corcel y nuevas armas de honores y torneos.
Sólo tuvo que esperar segundos para verse montado en potro de caballero, y lanza en ristre arremeter contra los altos y desnudos postes de concreto armado que servían de tendido al alumbrado eléctrico, vociferando obcecadamente que esos eran los enemigos de la ciudad.
Después de lancear cuatro o cinco columnas, se derrumbó con un estruendo metálico y polvoriento, cayendo de bruces al asfalto con todo y rocín. Inmediatamente lo rodearon, le quitaron el yelmo y la armadura, pero no encontraron su cuerpo.


No lo pensaron dos veces para ir a su habitación de la calle "El Conde #15". Forzaron la puerta de su domicilio aparente, y vieron sobre una mesa de caoba sus borrosas credenciales: Generoso Balmoral, contrabandista de rocíos en tierras de ultramar. Al lado de varios planos y cartografías, encontraron y leyeron las cartas de amor que se había intercambiado con su novia a lo largo de cinco siglos. En la primera, fechada en 1498, ella le exponía la codicia y los desafueros de los colonizadores, y en la última, fechada en 1987, le confiaba el acoso sórdido que seguía manteniéndole el imbatible Caballero de La Moneda.

Fue debajo de la mesa que encontraron el pesado baúl. Sólo después de una hora, arrancando cadenas y desportillando cerrojos, lograron levantar la tapa y hallaron en el fondo, una isla recién cortada y de engendrada pureza, fragante de silbos. Pensaron que ese era el regalo nupcial que traía el hombre de la armadura. Pero, decepcionado al no encontrar vellocinos ni joyas ni talegos, decidieron arrojar el baúl al mar.


De repente, antes de dar media vuelta, escucharon la voz de la novia que parecía venir de su osario de musgo: "Ahora estoy cubierta por los despojos de una estirpe indeseable, sepultada por los héroes de la usura, conjurada en mis idilios por los cofres negros del poder, tiranizada en mis sueños por haber trasegado a mi pecho la púrpura armada de aquella foresta aladina que no pudo pulir sus venablos, aún embebida de la dote de mis banderas y corales, ya baldada de tantas gestas, desahuciada en mis limos profundos".


Nadie volvió a ver jamás al hombre de la armadura. Pero todos comprendieron que ella, su novia, era la ciudad.

PEDRO PEIX