domingo, 9 de octubre de 2016

La palabra poética y su temblor.


Miguelfelipe J. M.
Qué es la sinceridad, el latido franco que busca ser en tus pasos? Qué es la verdad de la sangre que inspira al poeta, al hombre, al artista ante el mundo, ante este mundo? Todo surge para ser vendido, mercadeado? Es cierto que el corazón del poeta no puede ir desbocado, sin frenos en la multitud de su dolor; desencanto o alegría de saberse universo vivo, luz de tierra?  

El mundo nos invita a callar la esencia de lo que ladra en nuestros huesos. Cada palabra ha de ser pensada, arreglada; todo sentimiento envarillado, soldado, controlado. Nada debe hervir en las venas. Y lo que se atreva a hervir, debe ser enmudecido. El hombre, la identidad poética, la identidad natural, naufraga ante un mundo que pide, que exige, la duplicidad.

Lo que somos debe quedar en la sombra, observando cómo se desarrolla y enriquece lo que parecemos. Lo que somos, tiembla, humillado, apocado. Lo que parecemos, anda y habla, seguro de su habilidad entre los farsantes. Satisfecho de sus logros, de sus reconocimientos, ondea su apariencia victoriosa.

El hombre está de rodillas, doblado ante el miedo de ser en esta sociedad acorralada por la mediocridad. Ser es un riesgo casi mortal en el siglo pasado. Mortal en este siglo. Los traficantes de la apariencia no perdonan. Y en este anafe decadente, igual se quema el artista, el poeta, el intelectual, el Hombre.

Miguelfelipe J. M.